No había pronunciado una sola palabra en eones. Sentía satisfacción de que la luz a su alrededor brillara con fuerza, apartando la oscuridad de los rincones más lejanos. Existió antes un momento diferente, un espacio de tiempo lleno de caos, en el que todo carecía de sentido. Criaturas, planetas, galaxias se devoraban entre sí para luego vomitarse y volverse a tragar.

En su camino se había propuesto a establecer el orden, traer la paz y la armonía. Así lo hizo y así fue. Mucho había pasado ya desde aquella cruzada que en un principio parecía imposible.

Ahora, la luz era limpia y radiante. La quinta galaxia era pura.

Junto a esa satisfacción y a esa pureza, una nueva sensación despertaba en lo profundo de su sentido, algo que nunca había experimentado. No sabía muy bien cómo definirlo, como explicárselo. Mientras más pensaba en ello, más grande se hacía. Invadía su ser y su cuerpo de manera irreversible. Una tarde, mientras veía florecer nuevas estrellas, un rayo atravesó su pensamiento, el brillo de una respuesta inesperada cruzó su ser.

Lo que sentía era soledad, era nostalgia. Extrañaba el caos. Nunca lo hubiera imaginado, pero necesitaba algo de impureza en su vida.

En esa gota de tiempo supo que encausar el caos era parte importante de su sentido, pero ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que se había encargado de hacerlo. Su energía y su luz interior, habían evolucionado demasiado como para regresar al punto de partida. Ya no podía retomar aquella tarea que antaño había realizado con tanta devoción. Su vibración sintonizaba ya con otros niveles. Experimentó una ola de impotencia al no poder cambiarlo todo y se dejó arropar por la melancolía. Por primera vez en su existencia lloró, una lágrima, un vestigio del plano físico se manifestó. A penas lograba percibir como recorría su rostro lentamente, luego se desprendió de su mentón y comenzó su larga caída al vacío. Vio como desaparecía en lo profundo del espacio, como se perdía en medio de un océano intangible de fondo negro y llameantes brillos.

Por mucho tiempo meditó sobre el destino de aquella solitaria lágrima. ¿A donde habría ido a parar? Tal vez habría chocado contra la atmósfera de algún planeta muy lejos de allí, convirtiéndose en lluvia y regando su superficie.

Tal vez.