La media hora del café

Dedicado a todos los que se sentirán identificados,
ellos saben los que eran los de
«la media hora del café».

Nos aproximamos al mostrador. Tenemos suerte, ese día Concha se encarga de preparar nuestros estimulantes, es la que tiene la mejor mano para preparar el café, en su punto.

Casi no hace falta abrir la boca, nos ve y comienza a prepararlos. Son años sirviéndonos casi cada día. Lo único que debemos decir es un: «solo lo que ves» o «y el de…» si tal persona no está presente en ese instante, pero sabemos que vendrá más tarde.

Photo by Chevanon Photography on Pexels.com

En una bandeja colocamos los sobres de azúcar, azúcar moreno y sacarina según los gustos de cada uno. Pronto Concha deja sobre la misma los pedidos, a saber: dos cafés solos, uno largo y otro corto; un cortado con la leche natural y otro con la leche caliente; un café con leche largo de café y por último un té con limón.

Después uno de nosotros coge la bandeja y nos dirigimos en procesión hacia una puerta de cristal que separa el interior del restaurante de su terraza exterior. Entre risas la persona que lleva la bandeja recuerda que no le cierren la puerta en las narices como ya ha sucedido con anterioridad. La autora de la falta responde que únicamente se distrajo una vez… pero han sido dos. Entre risas le mandan pasar la primera, por si acaso.

Nos sentamos alrededor de una de las mesas en una terraza vacía por completo. Los demás comensales nos miran como si estuviéramos locos, ya que corre el mes de febrero y realmente hace frío, casi parece que quisiese nevar, pero nosotros aguantamos estoicamente el frío y con un toque de orgullo, ¿por qué no confesarlo?

Photo by Chevanon Photography on Pexels.com

Pronto nos repartimos los cafés y el té. Entre frases, risas y silencios nos tomamos nuestras bebidas. En breves instantes alguien cuenta algún chascarrillo o quizás la última metedura de pata que algún conocido… En otras ocasiones el único ejemplar masculino del grupo explica que se ha enfadado con alguien, normalmente con alguna autoridad.

—Como siempre, haciendo amigos —suelta alguna de las chicas con sorna y todos nos reímos, incluso él.

—Va, explica. ¿Qué ha sido está vez?

—El otro día mandé una carta al ayuntamiento para quejarme…

La media hora del café transcurre demasiado deprisa. Esa media hora sagrada para nosotros e incluso necesaria, algo así como una terapia rápida entre la etapa de la mañana y la de la tarde. A las tres de la tarde oímos sonar a lo lejos la campana de la iglesia, aviso que ya es hora de romper la reunión y volver al trabajo cotidiano. Nos levantamos con pesar, pero sabiendo que al día siguiente nos volveremos a reunir.

Photo by Madison Inouye on Pexels.com

Si quieres leer más obras mías visita mi web de autora.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.