En Las Palabras Descarriadas entrevistamos a José Gil Romero y Goretti Irisarri, para que nos hablen de su último libro, «La traductora«.

Comenzaré por el principio, ¿cómo fue el proceso para elegir el título?
José Gil Romero: Hubo otros, varios, pero al final nos decantamos por este, que era sobrio y fácil de recordar. Nos parecía, además, que evocaba algo y que transmitía la idea de un personaje femenino al que, precisamente por su oficio, están a punto de ocurrirle cosas.
Goretti Irisarri: Sí, además queríamos resaltar el haber convertido en protagonista a una traductora, porque es una profesión importante del mundo del libro que suele pasar desapercibida.
¿Cómo nació la idea de escribir «La traductora«?
GI: La idea nació del tren, leímos que el tren que utilizó Franco para ir a encontrarse con Hitler, un coche-salón muy lujoso que ya usaba Alfonso XIII, estaba abandonado en una nave en Soria. Profundizando en el tema, supimos que ese tren había llegado al encuentro ¡con ocho minutos de retraso!, y que nunca se dio explicación oficial. Era increíble que Franco le hubiera llegado tarde a Hitler, el hombre más poderoso del planeta. Ahí nos preguntamos qué pudo pasar dentro del tren en esos ocho minutos.
Toda novela tiene alguna escena más complicada de escribir, ¿existe esa escena en «La traductora»?
JGR: La parte más complicada fue la del tren, sin duda, a la que está abocada la novela como una cascada hacia la que te precipitas sin remedio. Son casi cien páginas de suspense, muy intensas, que fue complicado orquestar y sostener. Los lectores nos han transmitido lo mucho que les ha gustado, por suerte.
¿Sabéis cuánto tiempo tardasteis en tener la novela lista para su publicación?
JGR: El proyecto como tal empezó a gestarse hace diez años, cuando nació en forma de miniserie para televisión. Fue cambiando en ese tiempo, a través de sucesivas revisiones, pero la escritura formal como novela llevó cerca de un año más otro año el proceso de edición.
¿Reescribiráis alguna escena?
GI: En su momento tocamos y retocamos la novela hasta el último resquicio. Llegado un punto Juan Ramón Jiménez decía «No le toques ya más, que así es la rosa». Supongo que lo decía para convencerse a sí mismo de tener la mano quieta. Al salir la segunda edición nos planteamos esta pregunta, claro, pero finalmente solo corregimos pequeñas erratas. Para bien y para mal, esta es la rosa.

¿Os sentís identificados con algún personaje de «La traductora«?
GI: Si tuviera que elegir con quien salir a tomar algo lo haría con Melita, la hermana de la protagonista, es un personaje muy vital. Nos sentimos orgullosos de haber dibujado esta relación entre hermanas, porque, más allá de la historia de amor de la novela entre Elsa y Bernal, hay una historia de amor entre las dos hermanas, con muchos desencuentros hasta que descubren lo unidas que están. Quien tenga hermanas reconocerá muy bien este tira y afloja permanente, y el verdadero cariño que oculta.
JGR: Me siento muy identificado con las inseguridades de Elsa.
Jose Gil Romero y Goretti Irisarri posando para el fotógrafo Pablo Zapata
Vuestra novela transcurre en Madrid, 1940. ¿Cómo fue el trabajo de investigación?
GI: Fue complicado, pero también muy placentero, porque viajar a otro tiempo es como irte de viaje a otro país. La parte de Hendaya la teníamos muy documentada de cuando el proyecto era un guion y pedimos la colaboración de un amigo historiador, Daniel Juste. Ya metidos en la novela, para construir una atmósfera realista en los años cuarenta usamos de todo: libros, tesis, conversaciones con gente mayor, objetos antiguos, películas o fotografías. Nuestra escritura es muy cinematográfica así que acudimos mucho a las imágenes. Y a partir de ellas nacen olores, sonidos, tactos. Ocuparse de los sentidos es lo que te sumerge como lector.
No me puedo olvidar de la portada. ¿Me podéis explicar cómo fue el proceso de elección?
JGR: Estas cosas las lleva siempre la editorial y su equipo de diseño. Aunque gentilmente nos preguntaron, nosotros aportamos apenas un par de matices.
Habéis trabajado con la editorial Harper Collins. ¿Qué tal ha sido?
JGR: Una experiencia estupenda. Nos hemos sentido muy respaldados y respetados no solo durante el proceso de edición, que duró casi otro año, sino luego, tras la publicación. Nosotros hemos comprendido que lo verdaderamente difícil, más allá de publicar, es vender. En esta labor, el autor puede colaborar, pero la actividad proactiva e intensa de la editorial es imprescindible. Para nosotros, inmejorable tanto en el terreno profesional como personal.
¿Qué le diríais a un lector que duda si leer «La traductora«?
GI: Nuestra idea al escribir fue conseguir la sensación que se siente al terminar una buena película de Hitchcock, con amor, espías y aventuras.
Muchas gracias a los dos por responder a esta entrevista.