Desde hace algo más de un año soy socia de Comarruga Literaria, una asociación cultural dedicada principalmente a la literatura. Mi entrada en esta asociación fue gracias a una buena amiga, fallecida lamentablemente hace pocos meses, Marisol Zafra. Ella me contactó para ver si les podía echar una mano y yo acepté encantada; si Marisol era quien me lo pedía, seguro que sería una buena asociación.
No voy a hablar de mi paso por la asociación, no es ese mi interés en este artículo. Más bien quiero centrarme en la antología «Aire de Letras«, donde participé con un relato, Viaje a Comarruga.
—¿Han escrito bien mi nombre? ¿Se lo deletreo? Irene Teothopoulus, con hache intercalada después de la segunda te. —Delante de mí hay dos personas, una de unos treinta años, parece algo inexperto. La otra, una mujer que debe tener unos cincuenta, me mira como alguien que ya ha visto de todo. Alargo el cuello intentando ver la libreta del más joven, que es quien está cogiendo notas, pero me es imposible leer lo escrito desde mi posición, por lo que me acomodo de nuevo en la silla—. Bueno, en todo caso, lo pueden corregir después, si hace falta. Es que más de una persona lo escribe mal y me da mucha rabia, ¿saben? O se dejan la hache, o ponen Theodopoulus, o Teodopolos, o…
Así es como comienza mi relato, un texto sobre Irene Teothopoulus, una escritora en busca de inspiración, que regresa a Comarruga, un pueblo cargado de recuerdos veraniegos de su infancia. Al recorrer sus calles y evocar tiempos pasados, Irene se ve inmersa en una experiencia perturbadora…
Para inspirarme en su escritura, estudie el pasado del pueblo de Comarruga, así como su presente. demás de explorar la vida cotidiana de la comunidad a través de Internet, me sumergí en archivos históricos para descubrir anécdotas y otras historias. Tras evaluar diversas ideas, encontré la inspiración en un suceso macabro que ocurrió en Comarruga a finales del siglo XIX, una intrigante historia que quizá, a pesar de ser de Comarruga, aún no hayas escuchado.
Tal caso sucedió el 15 de julio de 1894, cuando un joven desaparecido días antes de la de casa de sus padres, fue encontrado por los carabineros en una balsa en el Riuet. Se clasificó como suicidio. Lo extraño es que el jiven se arrojó a la balsa atándose una cuerda al cuello y se disparó dos tiros de pistola en la cabeza. ¿Suicidio? ¿Asesinato?
Desconozco si se investigó con posterioridad. Si alguien sabe algo más, le invito a compartirlo. Tal vez existan documentos o testimonios que arrojen luz sobre este tema, y sería de gran utilidad para entender completamente la situación. Cualquier información adicional sería bienvenida para completar este rompecabezas.
Si quieres leer este relato y los otros que componen «Aire de Letras«, pregunta cómo conseguir tu ejemplar.
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